30 de desembre del 2015

¿el ocaso del coche privado?

Los escándalos en la industria automovilística y la protección del medio ambiente invitan a imaginar una ciudad distinta.

Luís Feduchi
El País, 27 diciembre 2015

Ese ingenio conocido como coche, gran protagonista del crecimiento urbano, de la libre movilidad y del estatus social, parece necesitado de una inspección en toda regla. La crisis del sector unida a la preocupación, cada vez más creciente, por su impacto medioambiental han hecho emerger propuestas inusitadas: coches de uso público compartido, propietarios de vehículos que ofertan a otros pasajeros compartir gastos en sus trayectos habituales, o automovilistas privados que se ofrecen como conductores a bajo precio. Estas nuevas prácticas ya están entre nosotros con nombres como carsharing, Blablacar o Uber, respectivamente.

Modalidades de carsharing en futureofcarsharing.com.

A esto se añade el auge de la bicicleta como medio de transporte urbano. Su irrupción, peor o mejor señalizada, entre el tráfico rodado ha venido acompañada de subvenciones para promover su alquiler para trayectos en la ciudad. Todo esto dibuja un panorama en el que el coche privado podría ser visto no ya como un lujo, sino como un estorbo.

La idea de que se limite el uso del automóvil en las ciudades puede sonar tan increíble como imposible parecía hace dos décadas que el tabaco acabara siendo proscrito de los lugares públicos. Pero la ciudad sin coches ya está aquí. O mejor: siempre estuvo aquí, desde el principio. Hay ciudades que se construyeron en espacios situados en orografías de difícil acceso, tejidos con la densidad de una medina árabe, ciudades montaña, ciudades bastión, ciudades prohibidas, en las que nunca entraron los coches. También se erigieron ciudades aisladas o poblaciones de archipiélago que solo estaban comunicadas por mar; eran ciudades isla y ciudades mar. En esos lugares no existían el ruido, la polución y la peligrosidad inherentes al transporte en coche.

Fotograma de Abre los ojos, de Alejandro Amenábar (1997).

Imaginemos ahora una conurbación visible, real, contemporánea, donde, salvo en casos de necesidad, la población se mueva sin la ayuda de ninguna fuerza motora artificial. Un lugar donde la calle fuera en sí misma un medio de transporte, calles empedradas o canales como en Venecia.

Paradójicamente, el lugar de donde partió el narrador de Las ciudades invisibles, de Italo Calvino, es hoy, por increíble que parezca, modelo de futuro. Esta idea resulta impensable para los habitantes de una ciudad histórica invadida, mutilada por automóviles. También podría resultar un modelo utópico para los que habitan la ciudad del siglo XX, construida ya por y para el coche, y donde carecer de él puede casi relegarlo a uno a ciudadano de segunda clase.

Pero el ocaso del coche privado y su impacto es un asunto transdisciplinar. Sus beneficios en materia de salud, medio ambiente, energía o justicia social apenas dan lugar a discusión. Para que la ciudad sin coches sea algo real, solo falta resolver el factor económico, es decir, el impacto en el sector, pero no la viabilidad de la idea.

Imagen del Día sin coches en Barcelona, el domingo 18 de octubre de 2015.

Tendemos a ver la ciudad como algo que se construye, cuando también es una sucesión de derrocamientos. Cuanto más exitosa, longeva y vital es una urbe, mayor es el número de transformaciones que ha experimentado. La restricción de aparcar vehícu­los de no residentes en el centro de Madrid, implementada por Manuela Carmena hace escasas semanas, puso de manifiesto que este tema de limitar el uso del coche en la ciudad no es algo visionario, complejo o de ciencia-ficción, sino que es más bien una cuestión de cambio de mentalidad.

El nacimiento de los Estados-nación derribó las murallas y el desarrollo industrial abrió zanjas de saneamiento, ahora llega el derrocamiento del vehículo privado en la ciudad. Se abre el tiempo de reflexión sobre ese nuevo espacio público.

Luis Feduchi es arquitecto y decano de la Facultad de Arquitectura en la Universidad Camilo José Cela. Colabora con la Humboldt Universität de Berlín.

27 de desembre del 2015

la construcció per sí sola no fa ciutat

Diego Sáez Ujaque, arquitecte
El Periódico de Catalunya, 11 desembre 2015

A priori, caldria celebrar l'anunci de l'ajuntament de Barcelona de construir 2.000 habitatges socials a la Zona Franca, almenys des d'un vessant assistencial i pal·liatiu, com a resposta a la situació d'emergència que viuen moltes famílies.

No obstant, crec que el consistori no hauria de confondre la seva funció amb la que afortunadament fan les entitats socials i benèfiques, com la PAH, sinó que hauria de fer possible que qualsevol persona pogués escollir el lloc on vol viure, amb una oferta distribuïda per tota la ciutat. Així, i des de la perspectiva de les dinàmiques urbanes a mitjà i llarg termini, aquestes propostes de concentració tipològica d'habitatge social en espais perifèrics sovint mal comunicats poden degenerar en situacions de guetificació com les originades amb els polígons dels anys 50 i 60. Un cas paradigmàtic és el de la Mina, que tot just comença a redreçar-se després de molts anys de treballs comunitaris i de propostes i projectes de regeneració social i urbana.

Els treballs de l'Agència d'Ecologia Urbana de Barcelona posen en relleu la importància de la barreja d'usos i diversitat tipològica (complexitat urbana) per a la millora de la resiliència i la capacitat d'adaptació als canvis futurs de la ciutat. I segons els estudis de dinàmica urbana de Jay Forrester, amb totes les reserves necessàries, la construcció d'habitatge social perpetua i accentua la seva demanda i tan sols la creació d'habitatges de nivell mitjà i alt genera dinàmiques positives en el sentit de llocs de treball qualificats, millora de la qualificació professional i creació d'activitat.

A més, considerant la quantitat d'habitatges buits existents, la proposta de construcció d'edificis de nova planta és, també des de la perspectiva ambiental, una solució molt menys sostenible que la de l'aprofitament del parc existent mitjançant el lloguer temporal.